Javier se la quería coger, eso era de dominio público. Siempre se despedía temprano para ir a platicar con ella
cuando salía del trabajo y encaminarla a su casa. No llevaba ni tres putas semanas,
pero ya se estaba desesperando.
Por las noches me llamaba y yo lo ponía en el altavoz
mientras me comía un lo que hubiese en el depa y me platicaba las peores cosas de ella mientras Fer, en su mesa de dibujo, intervenía cuando lo merecía. De todo
lo que me decía sobre ella yo sólo podía resumir que era una mujer normal a la
que le gustaba coger, beber y fumar tanto como a cualquiera. Lo que jodía a mi amigo
era que él la quería para él solo, y por eso le estaba dedicando lo que yo
consideraba ya mucho tiempo.
- Las posibilidades que tienes de cogerte a alguien son inversamente proporcionales al tiempo que abras la boca- soltaba Fer entre trazo y trazo.
- Yo creo que en eso lleva razón- le decía a Javier-. Cuando llegas con alguien y le preguntas si quiere coger, sólo tiene dos opciones: o coge o no coge, y como generalmente no se lo preguntas mientras está cogiendo pues... de no estar cogiendo a poder estar cogiendo sólo hay un “sí”. Así que yo creo que esa es buena estrategia. Claro que también depende mucho de dónde estén cuando se lo pidas; seguramente si se lo pides en un funeral o en una cena familiar y en voz alta, te manda a la mierda.
- Pero qué no entienden que no nada más me la quiero coger- recalcaba Javier.
- Pues yo he escuchado que coge muy rico- soltaba Fer cuando ya estaba ilustrando.
- Sí, yo he escuchado lo mismo, hay unas historias bien buenas- agregaba.
- Váyanse a la mierda- decía Javier y nos mandaba a la verga, como cada noche desde que empezaron estas charlas tan maricas
Era lunes en la noche cuando Fer llegó todo madreado, ni siquiera hizo falta preguntarle qué había pasado; nada más fui al refrigerador y saqué una bolsa de Bisteck congelado y se la puso en cualquier punto de la cara: estaba tan dado en la madre que a cualquier área de su rostro le venía bien. Empezó a platicar por sí mismo mientras yo me preparaba un sándwich de queso porque el jamón se había terminado, y por cuestiones económicas no podía volver a surtir hasta dentro de una semana, así que tenía que decirle a Fer que esas dos semanas íbamos a vivir sólo de atún y unas galletas de soda… y de esa bolsa de bisteck que llevaba en la cara, pero eso se lo diría después, porque él ya había comenzado con la historia:
- Estaba en la lap, como siempre, escogiendo música para ponerme a pintar porque hoy me tocaba pintar para el cabrón ese que quiere sus pinches reproducciones cagadas del pendejo de John Lennon, cuando hice lo de siempre: abrí tres ventanas de conversación, al azar, y mandé el mismo mensaje a las tres “Yo soy el patán que andas buscando”; y ya te imaginarás quién fue la que contestó mejor. Así que quedamos de vernos en el “Gallito”. La distinguí desde lejos. Iba vestida normal, no se veía tan fácil como me hubiera gustado; entonces pensé que la noche iba a valer verga, casi me podía ver acompañándola y escuchando todas las cosas de siempre “¿cómo andas?”, “¿Qué has hecho?”… nada más de pensar en eso no me cabía la hueva en el cuerpo, así que traté de que me mandarla a la chingada para alcanzar a venir al pinche depa y ver la película esa donde Bruce Willis salva al mundo de nuevo
- ¿Armageddon?
- No, la nueva. La cosa es que prefería que valiera madre todo a quedar atorado en una situación así. Entonces llegué, la agarré por la cintura, me la apreté como para que me sintiera mi verga, y eso que ni para la traía, pero es como que un pinche reflejo, y pues el beso en la mejilla, así nada más de puros huevos y le pregunto “¿Qué te parece si mejor no entramos a esta mamada y mejor echamos un palo aquí cerquita?”, y no sé si lo hayas dicho nada más jugando, pero el caso es que amarró. Y que su casa quedaba en corto, y ahí estoy duro que dale cuando empezó a sonar el mariachi; me asomo por la cortina y no va siendo el pendejo de Durán, el puñetas ese que iba con nosotros en la secundaria, Victor Durán; con flores y toda la cosa, y no cualquier ramo pedorro sino flores flores, pinche arreglo pasado de verga, el mejor puto ramo en la historia del mundo… aunque tampoco es que sea yo un conocedor… bueno, entonces ella se asoma y le hace una seña de que ahorita baja, y que la pongo de a cuatro y que le sigo dando como si no estuviera el pendejo de Victor ahí en corto, y yo que nalgada/ mordida/ cogida y ellos que “Y volver, volver, volver” y ella que sentón/ mamadas/ sentón y ellos que “Si nos dejan, nos vamos a querer toda la vida”; ya para el final me la estaba dando durísimo, y todo al ritmo de mariachi ¿te imaginas qué mamada? Y yo apretando el paso porque pensaba “Donde empiecen a tocar El Mariachi Loco ya valí madres”, porque ya ves que con esa terminan en todas las bodas y quinceaños, dije “Si ésa empieza ya no me vine y me voy a quedar con todos los huevos morados”. Pues ahí me tienes dándole durísimo y ya con la verga bien hinchada y ella gime y gime cabrón, escondiendo el sonido mordiendo la almohada; nada más porque estaba la música que si no de seguro el pendejo de Durán hubiera estado escuchando el choque con las nalgas de su vieja, o no sé si era su vieja… aunque creo que no, porque ahí no te dije que la primera que se echaron fue la de “Volver volver”… bueno el punto es que me vengo y le muerdo una teta, porque siempre que me vengo me gusta morderles una teta. Luego me levanto y camino hacia la ventana, con ese “espíritu mexicano” de las películas viejas, yo creo fue por los pinches mariachis, así como con la intención de gritar eso de que “Sí me he de morir mañana, que me maten de una vez” y que la música se corta de golpe antes de llegar a asomarme; pues me fijo y está el Javier con un ramillo pedorro de rosas que hasta lástima daba el pobre, parecía que lo había cagado el ramo grande de Durán; y que los mariachis me ven pero no dicen nada, entonces como que Victor sabía "Muay Thai" o una verga de esas, porque le estaba partiendo la madre bien y bonito a Javi wey, y ya ves que él pelea chido; pues no me ves corriendo bajando en pelotas a ayudarle, y entre los dos le partimos la madre; y que los mariachis dicen que “¡Eh, cabrones, no sean montoneros!” y que me dan un chingazo en la mera cara, y que Javier se me queda viendo que ando con los pinches huevos al aire y que esta morra se asoma por el balconcillo, pues no vas a creer que el muy puto se da la vuelta y me deja ahí mientras me reventaban el hocico. La verdad que se vio bien mamón, uno que sale a hacerle el paro y el pendejo todavía sale con sus joterías. Chale, si eso es con los "compas" uno ya no sabe ni que pensar goey… lo único bueno es que me chingué la cartera del pendejo de Victor.
- Y su vieja- agrego.
- Y su vieja- dice su rostro puteado, por entre lo que creo reconocer como una sonrisilla.
- Pues sáca los tacos ¿no?- le digo y echa la cartera sobre la mesa- ¡Se mamó! Con esto nos alcanza para todo el mes, o un chingo de pomos-
- Sí, que pinches cuadros de John Lennon se pinten solos- dice levantando el dedo medio al rincón donde están sus pinturas- … de una vez saca unas “Vickys” de las de hielera ¿no?.
Entonces me lanzo a la taquería y me traigo 2 kilos de carne al pastor y su piñita, me paso por las cervezas y cuando vuelvo comemos y bebemos como casi nunca, sin estar en medio de una llamada de Javo, sin que Fer esté pintando y sin que yo esté pensando de dónde va salir la renta ni de dónde vamos a sacar para tragar. Nos echamos unas retas en el street fighter que tenías en el super nintendo, porque eso es lo que le gusta hacer mientras pistea. Y ya se está quedando dormido cuando, con cerveza en mano, voy la lap, abro tres conversaciones al azar, y le grito “Oye, cabrón ¿Cómo dices que era la frase?”.